Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1860-1861 (Cortes de 1858 a 1863)
Sesión: 14 de junio de 1860
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: n.º 15, 154, 155
Tema: Contestación al discurso de la Corona

El Sr. SAGASTA: Aunque quisiera entrar en algunas consideraciones en contestación a las que ha hecho el señor Coello sobre política exterior, no lo haré, porque el Reglamento no me lo permite, y yo nunca me separo del Reglamento: limitándome pues a rectificar algunas equivocaciones que me ha atribuido el Sr. Coello, aunque esto lo haré con mucha brevedad.

El Sr. Coello supone que al considerar yo ayer la cuestión de Méjico, lo hacía bajo el prisma de mis opiniones. No, señores Diputados; el Congreso recordará mis palabras. Precisamente porque el Gobierno había mirado esta cuestión bajo un prisma político, combatí yo la política del Ministerio. Precisamente la falta que me atribuye el Sr. Coello es la que ha cometido el Gobierno; precisamente yo combatí al Gobierno por haberse dirigido a uno de los bandos que en la desgraciada República mejicana se han repartido al poder y los rectos de lo que fue un día uno de los primeros florones de la Corona de Castilla. Yo combatiendo esta idea, decía: " habéis hecho cuestión de partido lo que no podía ni debía ser más que cuestión de decoro, de dignidad y de justicia."

EI Congreso pues recordará de parte de quién está la razón; si de la minoría progresista, aunque indignamente ayer representada por mí, o del Gobierno de S.M. Yo, mirando como cuestión de decoro la cuestión de Méjico; el Gobierno mirándola como cuestión de partido, y más aún, enviando allí un embajador que debe hallarse a estas horas como el alma de Garibay, con Ias credenciales en los bolsillos, por no encontrar a quién presentárselas.

El Sr. Coello me ha atribuido unas palabras que yo estoy en el caso de no admitir. Hablando de las consideraciones que tuve el honor de exponer al Congreso respecto de la política exterior en general, me atribuye haber dicho que el Gobierno oponía obstáculos a la marcha de la libertad, unas veces con notas reaccionarias y otras con protestas retrógradas, de que no hace caso la Europa. Yo no dije esas palabras; yo dije que las notas y las protestas eran tan oportunas como inútiles. Sin embargo, en estas cuestiones de política exterior no me parece oportuno suponer a uno palabras que no significan lo mismo, porque aun cuando las notas no valiesen nada, sentiría mucho que se dijera que la Europa no hacía caso de ellas.

Ha extrañado el Sr. Coello que yo no supiera nada acerca de la expedición de Cochinchina, cuando S.S. que por decirlo así, acaba de llegar del extranjero, sabe todo lo que ha pasado.

Yo diré a S.S., que tratándose de cosas tan interesantes para el país, de cosas que tanto le importa saber, no quiere decir nada que S.S. por relaciones amistosas sepa lo que debe saber el país, y el Congreso oficialmente y por el conducto legal del Gobierno. Basta con esto en cuanto a la política exterior.

El Sr. Coello me ha atribuido unas palabras que me veo en la necesidad de rechazar. Ha dicho S.S. que yo califiqué la paz de desastrosa e indigna para la nación española. Señores, aunque lo hubiera sido, nunca le hubiera dado ese nombre; yo no quiero que se me atribuyan palabras que no he dicho, y aunque no puedo recordar en este momento Ias palabras que pronuncié ayer, porque la memoria no me es fiel, me padece que dije así: lo recordarán los Sres. Diputados; " está terminada la guerra, está hecha la paz: cerremos pues este libro, y démosle un lugar en nuestro archivo para que las generaciones que nos sucedan, menos apasionadas que nosotros sin duda, pueden reconocer, como reconocerán, las glorias de nuestro ejército y juzgar con severa imparcialidad estos sucesos."

Yo añadí: " no puedo ocuparme de la paz y de la guerra; no diré nada de la paz, indispensable para el desarrollo y para la prosperidad de las naciones, y por consiguiente por todos deseada, siquiera esta paz, excusable tal vez en la forma con que se ha hecho, pero de ninguna manera gloriosa ni mucho menos en relación con los esfuerzos desplegados en la campana, haya venido a defraudar las esperanzas que tesoros de hombres, de dinero, de sangre y de todo género de sacrificios habían hecho concebir. " De esto, a decir, señores, que haya sido indigna de esta nación y desastrosa, hay mucha diferencia.

Se ha sorprendido el Sr. Coello de los temores que he manifestado por la causa de la libertad, y le ha sorprendido tanto más el oírme decir que la idea liberal está muy arraigada entre nosotros. Efectivamente, nosotros no tememos los trabajos de la reacción, mientras son a la luz del día; nosotros a los que tememos es a los que se presentan como amigos de la libertad a la luz del día, y en las tinieblas de la noche aguzan el puñal para asesinar esa misma libertad; lo que tememos es a las conspiraciones que se ciernen en la atmósfera....

El Sr. PRESIDENTE: Sr. Diputado, advierto a V.S. que entre en el fondo de la cuestión, prescindiendo de las rectificaciones.

El Sr. SAGASTA: Estaba explicando al Sr. Coello la extrañeza.

El Sr. SAGASTA: Pues ya he dicho lo bastante sobre esto, y me limitaré a deshacer una equivocación que me ha atribuido el Sr. Coello. S.S. ha creído ver mi oposición a la amnistía, que nosotros estamos por el cadalso y por las proscripciones.

No, señores: nosotros hemos tenido buen cuidado en decir, no sólo que no tenemos interés en este sistema de [154] rigor, sino que deseábamos que no se hubiera derramado una sola gota de sangre por consecuencia de la última rebelión. Nosotros lo que no queríamos era que la amnistía se diera fuera de la ley; que se hubiera dado tan inoportunamente como se ha dado, y dejando oculto en las tinieblas lo que debía haber salido a la luz del día.

Voy a concluir; porque el Sr. Presidente me mira con tanta insistencia y acaricia tanto la campanilla, que francamente, no me atrevo a continuar.

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Diputado comprenderá que cuando ayer hizo uso de la palabra, le dejé toda la amplitud para que no pudiera quejarse de falta de libertad por parte de la mesa; pero fiel observador del Reglamento, hoy no puedo menos de advertirle que está fuera de su lugar.

El Sr. SAGASTA: Comprendo perfectamente que la insistencia con que S.S. me mira, es efecto de su plausible deseo de hacer cumplir el Reglamento; pero quiere decir que el Reglamento es quien no me permite hablar.

Voy a concluir mi rectificación. Me ha atribuido el señor Coello palabras que no he dicho. ¿Hay razón, decía S.S., para que el Sr. Sagasta se cubra con el manto, a fin de no ver los lazos que unen esta mayoría? No he dicho eso; yo no me he cubierto con el manto; lo que he hecho ha sido condolerme en lo íntimo de mi corazón, porque me contrista las consecuencias que puedan resultar para mi país de la escéptica política que se sigue.



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